miércoles, 19 de noviembre de 2014

En casa (Marilynne Robinson)

Glory Boughton es una mujer al borde de los cuarenta que ha fracasado en su vida sentimental y que regresa a su domicilio familiar para cuidar de su padre enfermo con el que, además, espera reconciliarse. Su padre es un pastor protestante y viudo que vive solo en su pueblo de Iowa con la única compañía ocasional de otro sacerdote con el que suele discutir. De manera inesperada, padre e hija tendrán la inesperada visita del hijo y hermano, Jack, la oveja negra de la familia, el bala perdida que no les dio más que disgustos y que lleva muchos años viviendo al margen de sus orígenes.



Antes de empezar tengo que aclarar algo: esta novela es la hermana (o complementaria, o simultánea) de otra de la misma autora: Gilead, ganadora además de nada más y nada menos que el premio Pulitzer de novela, y que NO he leído. Lo que sí he leído es que ambas novelas cuentan los mismos hechos del mismo lugar pero desde el punto de vista de otro personaje (en Gilead, el padre pastor; en En casa, su hija divorciada).

Alguien dijo que solo existen dos tipos de literatura: la buena y la mala. A mi juicio esta visión tan radial, tan de blanco o negro, plantea problemas: ¿cómo clasificamos las obras que nos apasionan por sus tramas o personajes pero que se desarrollan con palabras o expresiones burdas o poco trabajadas? ¿Qué hacemos con los textos estupendamente escritos con un contenido poco original o atractivo? Como todo en la vida, nada es blanco o negro o tal vez sí lo sea a trocitos.

Esta novela es un ejemplo del segundo caso. La autora nos plantea una situación concreta (una casa, sus dos habitantes y un tercero que aparece después de mucho tiempo) y nos la describe con milimétrica precisión, tres personajes de carne y hueso, reales, únicos… y (para mí) carentes de todo interés. Y es que me da igual lo que le ocurra a la protagonista, a su anciano padre o a su descarriado hermano. Se me presenta un ambiente de la América profunda, de un pastor protestante (obviamente rancio) y cómo, contradicciones de la vida, ha de convivir (y depender) de sus hijos, unos pecadores. El problema es que con estas premisas sí podría escribirse una buena historia pero la autora (desconozco si por falta de ideas o porque concibió así su obra) decidió que el marco era más importante que el cuadro y tan, tan reales hizo a sus personajes que me resultaron tediosos. Está bien que se me transmitan sentimientos tales como la compasión, el remordimiento o la vergüenza pero cuando se recae una y mil veces en lo mismo, en una reiteración de cientos de páginas, en el mismo marco, en la misma casa y con los mismos (y escasos y sosos) personales, ya aburre. Tal vez lo que cuenta esta novela en el fondo hubiese sido más interesante de haberse escrito uno o dos siglos antes, en el siglo XXI no presenta ninguna novedad y sobre los mismos conflictos ya se ha escrito (de manera mucho más ágil y certera además) miles de libros y se han rodado cientos de películas.

Ello no quita que, a pesar de todo lo anteriormente expuesto, el libro sí está bien escrito (como no podría ser de otro modo con el aval del célebre Pulitzer concedido a su autora). Lástima que la recreación haya tenido más peso que la imaginación en la novela o que el ideal literario de la autora con concuerde con el mío,  pero no me quedaron ganas de leer su novela complementaria Gilead.

Mi calificación: aburrida.

1 comentario:

Luz Ruiz dijo...

Unos años después...llega mi comentario.
A mí no me parece aburrida; eso sí, es una novela inusual en la literatura contemporánea y que hay que leer en el momento adecuado para que no aburra. Es un relato de gran densidad humana, sosegado (sin ese alto nivel de sosiego, que es lo que puede hacer que parezca aburrida, no sería lo mismo, no transmitiría las sensaciones que transmite) pero sobre todo de gran calidad literaria.

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